Me rompiste hasta las duchas de agua fría, pero más calientes que el roce cerilla-caja, con más llama que el clipper, con más pasión que besos de reencuentro en películas americanas, sí, las de amor barato, del falso, el del todo irá bien pase lo que pase. Del que no sirve ni para limpiarse los mocos.
Lo de hacer descenso por tu espalda, recorriendo a besos tu columna, de saltarte los vellos y ponértelos de punta, de acabar mordiéndote el culo y acariciando tus piernas, de notar cada vez más el calor, de tu corazón hasta tus muslos, abiertos al encaje de mi cabeza, de hacerte llorar, pero sin lagrimas.
Y después de haberme roto a mí, me rompiste los esquemas y todas y cada una de las promesas. Me pisaste fuerte y me dejaste la suela de tus zapatos marcada en el corazón. Los pedazos quedaron hechos ceniza, y la ceniza hecha polvo, no quedó nada, quizás un poco de café para uno y desconfianza para veinte.
Ahora ando pisando corazones con los pies desnudos, pisando flojito y con delicadeza, como cuando tocas la arena de la playa con pies descalzos y aprietas los dedos para que se te meta la arena entre los dedos. He aprendido a besar heridas y a tapar agujeros que en su día dejaron clavos mal clavados, pero todavía no he aprendido a clavarme sin que me la claven.
No sé, quizás la vida no sería vida sin dolor, sin que doliese no seríamos nada, y sin ti vida, duele más, así que supongo que gracias por hacerme ver que estoy vivo. Aunque para la próxima podrías doler de pellizco a ver si despierto en vez de pisada en el pecho a ver si me hundo.
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