sábado, 31 de mayo de 2014

Casi te puedo escuchar pensar en el tiempo que ha pasado desde la última vez que hiciste lo que querías y no lo que los demás esperaban que hicieses. El espejo retrovisor refleja lo que has dejado atrás, pero te da vértigo mirar.  Haces espacio en el maletero a un par de cicatrices que nunca has enseñado a nadie y a la colección de "que hubiera pasado si" que llevas arrastrando desde que no te pidió que te quedases. Tres suspiros. Como las copas que te hicieron falta para preguntarle su nombre. Como los meses en los que (se supone) que tardas en olvidar a alguien. Repites las letras del abecedario mientras juegas con las chapas de la cerveza que te acabas de beber. La misma inicial de siempre. Mierda. La radio escupe 'para ti' de Pignoise y sigues siendo igual de gilipollas que cuando tenías 15 años. Tiras la lata por la ventanilla. No dejas de ver señales (y no me refiero a las de tráfico). Las gafas de sol no te dejan ver las lágrimas, pero pondría la mano en el fuego a que si ella te preguntase que qué te pasa utilizarías la excusa de siempre con tal de no reconocer que estás roto. El GPS indica 237 kilómetros a tu destino. No puedes evitar pensar que hay silencios que separan más que kilómetros. Y que ironía eso de que a veces sean precisamente las personas que tenemos más cerca a las que más echamos de menos.

1 comentario:

  1. Completamente impresionante. Me quedo por aquí, sin duda.
    Un beso
    María

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